Estás enfermo, gravemente enfermo. Te comparas con los adictos al alcohol, al tabaco y demás drogas para hacer ver que son otros los que tienen un problema preocupante. De hecho, tú crees que no tienes nada. Pero si estás leyendo estas palabras es porque tienes una duda que te carcome y quieres saber de una vez por todas si eres un adicto a las redes sociales. Y sí, lo eres.
Aunque la adicción en sí misma no es lo alarmante, sino el hecho de que no tienes remordimiento alguno. Te parece inofensivo para tu salud que Facebook sea tu página de inicio. No le ves inconveniente a iluminar una oscura sala de cine con tu teléfono móvil, cuando le sueles advertir a tus seguidores de Twitter que no se vayan a ver la película que no estás viendo. Supones que es mera diversión inocua el tener colecciones de imágenes en Pinterest de lo que nunca podrás comprar. Consideras que ‘pinear’, ‘favoritear’, ‘retuitear’, ‘pulsear’ y ‘likear’ son verbos reales.
Quizás creas que estoy exagerando. Quizás creas que soy un viejo tigre de bengala que no entiende la dinámica de las nuevas generaciones. Quizás tengas razón. Quizás. Quizás, más bien, deberíamos examinar los síntomas de los adictos a las redes sociales, y tú me dirás si eres uno de ellos, si padeces uno o más de los siguientes malestares:
1. Te das palmaditas digitales en la espalda. Le das ‘me gusta’ a los memes de tu ingeniosa autoría que compartes en Facebook. ‘Favoriteas’ tus tuits irreverentes –aunque preferirías retuitearlos, pero Twitter todavía no lo permite–. Haces clic sobre el corazoncito que está en todos tus selfies subidos a Instagram. En pocas palabras, eres el presidente del Club de Fans de ti mismo.
2. Tienes más amigos virtuales que presenciales. De tus 4006 amigos en Facebook, ¿solo fueron los seis pelagatos de siempre a tu fiesta de cumpleaños? ¿Cómo pudo ser eso posible si la mayoría confirmó asistencia al evento que creaste? ¿Quizá no se presentaron en solidaridad con tus 1786 seguidores de Twitter y tus 553 contactos laborales de Linkedin a los cuales olvidaste invitar?
3. En vez de reírte en voz alta dices “LOL”. Así como cuando uno de los seis pelagatos que consideras tus amigos te cuenta un chiste y tu respuesta no es la ancestral reacción biológica, sino un escuálido “LOL”. Lo consideras válido dado que al fin y al cabo es un acrónimo de la frase ‘laughing out loud (riendo en voz alta)’, sin embargo poco tienes en cuenta la contradicción de no estar riendo cuando dices esas tres letras.
4. Olvidaste lo que es ir al baño sin tu smartphone. Paradójicamente piensas que no tienes un problema, porque antes solías llevar una revista. Aunque, eso sí, aceptas que no puede ser casualidad que uno de los emoticones que más usas es la caca sonriente del WhatsApp.
5. Te crees el Moisés de la vida moderna. La figura bíblica dividió las aguas del Mar Rojo, tú divides a los peatones de una acera que te abren paso, debido a que caminas sin despegar la mirada de tu teléfono móvil mientras chateas.
6. Eres un apóstol digital. Tal parece que hoy en día Dios te escucha, solo si haces alarde de tu fe en las redes sociales, motivando a los demás a que te imiten. Comunicarte por intermedio de una oración privada y silenciosa es una tradición de los abuelos ya pasada de moda.
7. Te has convertido en un experto de cualquier tema. La prueba más evidente es el fallecimiento de alguna celebridad. Tan pronto empiezas a ver publicaciones lastimeras de tus contactos, decides unirte a la conversación no sin antes realizar una búsqueda en Google que te provea de un dato que solo conozcan los más versados en la materia. Tus últimas intervenciones fueron algo así como “#QEPD Neil Armstrong, alias ‘Satchmo’, el primer hombre en pisar lo más alto del podio del Tour de Francia en siete ocasiones. :(” y “Adiós, Paul Walker. Nunca olvidaremos el legado que dejaste, junto con tus primos Luke y Leia, en el universo del whisky. Keep walking!!!”.
8. Prefieres las noticias del ya mismo. Tu papá todavía lee las noticias de ayer difundidas en el periódico de hoy; tú, en cambio, revisas tu TL de Twitter para enterarte de las noticias más recientes divulgadas por las fuentes menos confiables. Además, tu necesidad de gratificación instantánea te hace creer que eres una persona informada con tal solo leer 140 caracteres de un titular incendiario, mientras omites hacer clic en el enlace que te llevaría a la noticia completa y contextualizada.
9. Buscas un mundo mejor, luchando desde la comodidad de tu sofá. Quieres que se acabe la crueldad hacia los animales, la discriminación laboral y los chocolates con licor de menta. Para alcanzar tales metas ambiciosas, te sumaste a un grupo de Facebook llamado ‘Contra el maltrato animal (aunque nos comamos a los animales)’; iniciaste un trending topic en Twitter y en Google+ que rezaba #NoALaDiscriminaciónLaboralQueAMiMamáLePaguenIgualQueAMiPapáPorFavor; y publicaste una entrada en tu blog de Tumblr donde comparas la fusión del chocolate y la menta con los matrimonios forzados. En otras palabras, eres un comprometido activista, siempre y cuando no te toque salir de tu zona de confort digital.
10. Haces catarsis de un enojo disparando indirectas virtuales. ¿Haces check-in en Foursquare en el bar que tu ex odiaba que fueras? ¿Compartes un video musical de YouTube que despotrica de las falsas amistades? ¿Publicas imágenes en Facebook del paseo a una isla del caribe donde te ves feliz aunque estés triste?
11. Dejas enfriar la comida. Tu prioridad no es saciar el hambre, sino revelarle a quienes te rodean de lo que te alimentas. Subes fotos a Instagram del desayuno, de las medias nueves, del almuerzo, de las onces, de la cena, del antojo inesperado, de lo que planeas comerte al día siguiente… En una velada romántica en un fastuoso restaurante, subes fotos de la canasta del pan, de la entrada microscópica, del plato fuerte que parece un florero, del plato de la mesa de al lado que se ve más apetitoso que el tuyo, del postre que te dañó la dieta, de la menta que viene con la cuenta… No importa que se enfríe la comida, importa que el mundo sepa que estás disfrutando de una romántica e íntima velada para dos.
12. Admites que te gusta ‘stalkear’. ‘Stalkear’ proviene de la palabra inglesa stalking que significa, según la Real Academia de las Enfermedades Digitales, “acto de espiar la actividad de un amor platónico/ex/enemigo en las redes sociales, principalmente las fotografías, para saber donde vive, cuales son sus gustos, con quien se junta, con quien está saliendo o como se ve luciendo un bikini”. El propósito es reunir material para las sesiones de chismes o para las fantasías masturbatorias. Lo que tú haces se le conoce en español como ‘acosar’, sin embargo tú prefieres llamarlo con el eufemismo ‘stalkear’ para no sentirte como el enfermo que eres.
¿Cuántos de estos síntomas ya hacen parte de tu personalidad? ¿Vas a seguir negando que eres un adicto a las redes sociales? ¿Vas a seguir diciendo que así como eres un fumador social eres también un internauta social? ¿Sí? Bueno, quizás no tengas salvación. Quizás.
Hasta una próxima verdad humanamente irracional, Amigos de lo Salvaje.
Lucano Divina
Comandante Macondo de la Revolución Animal
Selvas de Suramérica, febrero 14 de 2014
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